(III) Los refugiados del reino del norte y la Pascua en Jerusalén

Mapa del reino de Israel (norte) y del reino de Judá (sur)
hacia finales del siglo VIII a. C.

Tras la caída del reino de Israel en la guerra contra Asiria (722 a. C.), el rey Ezequías de Judá hizo un llamamiento invitando a todos los supervivientes del norte a refugiarse en sus fronteras. La rivalidad histórica entre los dos reinos hebreos, originada tras la muerte de Salomón, había quedado en el pasado y era el momento perfecto para la reconciliación.

Y envió Ezequías cartas a todo Israel para que vinieran a la Casa de Dios en Jerusalén para celebrar la Pascua al Eterno, el Dios de Israel (2 Crónicas 30:1).

Muchos refugiados se trasladaron a Jerusalén para ofrecer en el Templo el sacrificio pascual y luego se asentaron en la ciudad de forma permanente. Los hallazgos arqueológicos demuestran que en el período que siguió a la destrucción de Israel la población de Jerusalén se quintuplicó. El arqueólogo Nahman Avigad, en su excavación de 1970, descubrió un espeso muro datado en la época de Ezequías que da fe de la expansión hacia el oeste de la ciudad. Dan Bahat, uno de los más prestigiosos investigadores de la historia de Jerusalén, está convencido de que el objetivo de la muralla era acomodar a los refugiados provenientes del reino del norte, además de reforzar la ciudad ante el avance de las tropas asirias.

La muralla de Ezequías descubierta en Jerusalén por Nahman Avigad
en las excavaciones arqueológicas de 1970

La llegada masiva de refugiados del norte fue el detonante de un proceso de reformas políticas y religiosas iniciado por Ezequías durante su reinado y culminado por su bisnieto, el rey Josías, un siglo después con la destrucción de todos los templos de culto pagano. La principal finalidad de las reformas era apuntalar las pretensiones del reino de Judá (sur) como único legitimado para liderar al pueblo judío tras la debacle del reino de Israel (norte).

Por primera vez en trescientos años, desde la división de la monarquía unificada, todo el pueblo de Israel celebró la Pascua en el monte del Templo de Jerusalén, el lugar escogido por Dios.

Y toda la congregación de Judá, con los sacerdotes y los levitas, y toda la congregación que vino de Israel, junto con los extranjeros que vinieron de la tierra de Israel y los que vivían en Judá, estaban jubilosos de tal manera que había un gran regocijo en Jerusalén, porque desde tiempos del rey Salomón hijo de David no hubo nada parecido en Jerusalén (2 Crónicas 30:25-26).

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